viernes, 9 de noviembre de 2007


El sufrimiento es algo común en nuestras vidas. Está presente a cada paso que damos, en cada esquina. Espera para abordarnos en el momento que menos esperamos. La gente sufre al morir un ser querido, sufre cuando no consigue sus metas, sufre cuando no logra ser feliz. Además, el sufrimiento es un concepto tan amplio que es casi imposible considerarlo un concepto. Son muchas cosas, que se juntan, y que nos crean una sensación tan particular y compleja que es imposible de describir.
Todos alguna vez hemos sufrido. De uno u otro modo. Muchas personas se sienten solas. Muchas viven en la pobreza más extrema, y sólo les queda esperar a la muerte. Muchas se sienten superadas por sus vidas desenfrenadas, y sueñan con un descanso que nunca llega. Hay muchas cosas que nos provocan dolor, y casi siempre esto nos crea una sensación de ansiedad tan cruel, fría e inesperada que nos pilla, como quien dice, “con una mano delante y otra detrás”.Y aunque todos los días oímos la palabra ansiedad, no es una sensación común, o un estado habitual. No es hambre, sueño, frío o calor, que se palie con el simple gesto de comer, o ponerse un abrigo; sino que es algo tan subjetivo como somos las personas, y que no tiene hilo del que se pueda tirar para dejarlo caer.
Para mí la ansiedad significó miedo, cambio de actitud ante casi todo, y replanteamiento de muchas cosas en mi vida. Durante toda mi vida solía pensar “cuanto más trágico es algo, más interesante y jugoso es”. No me malinterpretéis, no es que fuera sádico. Simplemente tenía pocas cosas interesantes en las que pensar, y bueno. Ya se sabe. Entre otras cosas dejé la carrera que se supone que siempre había querido estudiar, y comencé a buscar la sensación de bienestar a toda costa, cosa que no es muy fácil, la verdad, y que llegado a un punto te crea más ansiedad aún.
En realidad no tengo mucha idea de cómo abordar el tema. Ahora que puedo decir que me he curado, entre comillas, de todo eso; que he sacado el pie del fango de algún modo, me siento más capacitado para hablar sobre ello. Nunca supe por qué me pasó. Solo sé que un día 1 de enero al irme a la cama tuve mi primer ataque de ansiedad. En un pestañeo sentí todo el peso de mi vida y mis obligaciones sobre el pecho, sentado, como quien se sienta a fumar un cigarrillo tranquilamente. Solo que en este caso la piedra en la que sentarse eran mis nervios, y pudo con ellos.
Lo que quiero es que, quienes os sintáis identificados, que seréis más de lo que imagino, habléis un poco de ello aquí. Quiero darle una vuelta de tuerca al blog, y hacerlo algo más dinámico. No quiero que escribáis una dedicatoria, ni escribir un texto largo donde divagar estupideces para que os quedéis con cara de aburridos. Quiero que os mojéis y deis vuestro punto de vista sobre esto. Sobre el sufrimiento, sobre la ansiedad y cómo os ha afectado en vuestra vida en algún momento.