domingo, 7 de septiembre de 2008

A mi media naranja...¿la han hecho zumo?


Llega el otoño un poco prematuro. Ya comienza a refrescar por las mañanas…y por las noches. Todos hemos sacado ya el edredón, y, los que lo hacíamos, ya no dormimos más con la ventana abierta de par en par. Las moscas ya no vienen a torturarnos por el día, y parece que las hormonas sexuales comienzan a hibernar.
Empieza a reamueblarse tu cabeza para acomodarse a la vida normal de la ciudad, dejando de lado la dispersión que contagia el verano. Necesitamos dormir más (o por lo menos se nos hace más tortuoso levantarnos de la cama), y empezamos a ponernos propósitos del nuevo año antes de tiempo.
Esto es el otoño. La fase de transición de las vacaciones a la vida real, que parece que intenta darte golpecitos suaves con las hojas de los árboles, que se caen, para que vuelvas a caer en la realidad.

El cambio de estaciones es necesario. Lo dice uno, que ha crecido en la tierra del perpetuo verano, donde la dispersión parece no querer irse nunca, y donde la temporada otoño-invierno no tiene más diferencias con la de primavera-verano que los colores.
El cambio estacional nos cambia el metabolismo, y al cambiarnos el metabolismo, nos cambia el estado de ánimo, y hace que tengamos otras necesidades. Parece que el sexo sin compromiso pierde potestad cuando el verano se acaba, y ya no queremos conformarnos con un “polvo y fuera”. Es como si se nos antojara algo más, una historia romántica típica de las películas americanas. ¿Será el otoño la estación de la búsqueda del amor?
Podría ser. Podría ser que cada año, al llegar el verano, nos tomáramos unas vacaciones de la búsqueda amorosa, y simplemente sucumbiéramos a nuestros instintos primarios. Como un sueño REM para restablecer nuestra psyche, y volver con todo nuestro esplendor a la carrera por la relación. ¿O tal vez no?
Otro punto de vista es que uno esté un poco saturado de decepciones, y que haya desarrollado una apatía transitoria ante las relaciones (sexuales o más allá), porque está cansado de raros y cafres. Quizá sea yo el único que se siente tan influenciado por el cambio de estación, y necesite adaptar mi vida sentimental a las desavenencias del clima: verano-calor-polvo; otoño-nostalgia-búsqueda del amor.
Estoy seguro de que hay personas que nunca descansan de esa búsqueda de la media naranja, así como otros que, como dice un amigo, afirman que a su media naranja la hicieron zumo. ¿Será eso verdad? Con el otoño, ¿nos estaremos introduciendo de nuevo en una carrera de fondo en la que, probablemente, no encontremos meta? ¿Las medias naranjas estaban ya mal contadas desde el principio, o es que algunas se cayeron del camión, fueron exprimidas por las ruedas, y ahora toda la fruta está ya vendida?

Aún es pronto, el otoño no ha llegado del todo, pero ya se empieza a sentir el frío y los andares taciturnos de la gente por la ciudad. Y claro, uno que se da cuenta, empieza a necesitar vitamina C…

2 comentarios:

Evavaivi dijo...

Todos buscamos una media naranja... Pero también es verdad que el verano es la estación menos propicia para ello, es como si hiciéramos un descanso de la búsqueda para, simplemente, obtener una diversión perecedera y con fecha de caducidad, pero suficiente.

En verano solo queremos hacer lo que queramos, con quien queramos y sin nada ni nadie que nos limite. Además, las hormonas se revolucionan, sobre todo en los lugares más cálidos como Tenerife.

Lo bueno de Tenerife es que como las hormonas están revolucionadas todo el año cuando llega el verano notas una ligera variación pero nada importante. Cuando vives en Madrid todo el año y vas a Tenerife, eso, amigo, si es un subidón de hormonas...

Con la llegada del otoño la gente empieza a quedarse en casa, ver pelis.. a hibernar, básicamente. Entonces en vez de buscar la pasión desenfrenada de un sábado noche buscamos alguien para que vea las pelis con nosotros y que sea más cercano...

A mi media naranja también la hicieron zumo.. ¿te casas conmigo? jaja un besito Lio!

J.M. Mena dijo...

La de cosas que se aprenden entre tú y mariana ¡qué sexólogos! (aunque una más que otro :P). Sobre este último post, estoy de acuerdo con lo que opinas sobre las estaciones, menudo coñazo tiene que ser vivir siempre en verano ¿no? por eso no me gustaría vivir en la playa, porque el hecho de vivir en la ciudad hace que cuando vaya lo disfrute mucho más. Sobre la media naranja... ¿existe realmente? supongo que si, pero creo que no hay que esmerarse en buscarla, pues suele aparecer cuando menos te lo esperas, otra cosa es que el tren pase solo una vez en la vida... o dos, quien sabe.

Un saludo