lunes, 21 de julio de 2008

sexo y forma de comportarse




Los seres humanos somos criaturas muy complejas. Presumimos de nuestra capacidad de raciocinio, y de lo especiales que esto nos hace. Y sin embargo, nos movemos por impulsos sexuales casi todo el tiempo.
Todos nuestros actos tienen un fuerte componente sexual inherente. Desde arreglarnos para salir de marcha hasta ducharnos o afeitarnos. Puede que suene excesivamente freudiano, pero si lo pensamos no es tan difícil de entender.
Buscamos la aprobación de los demás, ya sea física o mental. Y la forma más accesible, o más sencilla para encontrarla para el ser humano es mediante el sexo. Porque seamos sinceros, ¿no es más fácil conseguir algo de alguien cuando hay atracción sexual de por medio? Mismamente, cuando hacemos una entrevista de trabajo, aparte de hablar de nosotros y pintar nuestra experiencia como buena, todos coqueteamos un poco. Vamos bien vestidos, oliendo lo mejor posible, y reprimimos algunos gestos para gustar más. Es de calle que si además de tener un curriculum bueno, estás bueno, el trabajo probablemente sea tuyo (siempre y cuando eso, haya atracción sexual de por medio).
Habiendo estado detrás de la barra, y estudiándome a mí mismo, en las discotecas es más probable que atiendas antes a alguien que es guapo, que a alguien que no lo es tanto. O ya no guapo, sino que tenga algo atractivo para uno (ojos penetrantes, unos brazos importantes…un escote sugerente). La razón es que simplemente reparas en su existencia antes que en alguien feo. Esto es un ejemplo clarísimo de que nos movemos por impulsos sexuales.
Recuerdo que hace poco, en mi anterior trabajo, necesitaban personal. La supervisora se encargaba de hacer las entrevistas, y ella era la que decidiría quién era mejor para el puesto. La supervisora en cuestión es una buena amiga mía. En esta ocasión había dos opciones: un chico licenciado en Publicidad, con experiencia en el puesto y que había ido a la entrevista vestido de traje; y otro chico sin estudios, sin experiencia en el puesto, y con un corte de pelo bastante cuestionable. Para mí la cosa estaba clara; el trabajo se lo quedaría el primero (simplemente porque estaba mucho mejor preparado). Pues, para mi sorpresa, mi amiga y supervisora llamó para ofrecerle el trabajo al segundo (al de los pelos). Yo, confundido, le pregunté el porqué de su decisión, y a que no sabéis qué me respondió: ¡ay, es que me encantan los altos!...
El peludo era alto, eso sí, y diez centímetros más de altura te pueden regalar un puesto de trabajo. Al igual que un par de domingas pueden dar a una tía ventaja sobre una que las tenga más pequeñas.
Así son las cosas para mí. Por suerte o por desgracia, no somos tan racionales como presumimos. Somos animales a quienes se le ha dado capacidad de razonamiento, pero con sus instintos afirmados con ahínco. Somos criaturas sexuales.

lunes, 14 de julio de 2008

Errores y decepciones


He cuestionado mis actos. La forma de comportarme con la gente. ¿Me volcaré demasiado en los demás? Muchas veces me queda un mal gusto al fondo del paladar; me desilusiono de una forma demasiado drástica, y me doy de bruces con al asfalto.
Cuando las cosas me decepcionan, me decepciono por dos, porque es como si una vez más no hubiera sabido ser realista; como si una vez más estuviera dando más de lo que voy a recibir.
Me pasó esto con una persona hace algún tiempo. La conocí en un periodo breve, del que apenas disfruté, y cuando regresé a mi vida habitual, mi mente rellenó los huecos de las cosas que no había habido; conversaciones, miradas.... Fue uno de esos momentos en los que parece que estás predispuesto a engancharte de alguien. Pensé y pensé, y desvarié mucho, por supuesto siempre siendo consciente de la situación (la distancia era grande) y de las circunstancias, pues cuando nos conocimos no llegamos a nada muy profundo, emocionalmente hablando.
Hace poco volvimos a vernos. Ya me había olvidado bastante de la historia; simplemente ocupaba una posición platónica en mi cerebro. Estaba un poco nervioso por ver como sobrellevaba la situación. Me preguntaba si sería capaz de mantenerme como un témpano como es habitual en mí. Y al vernos, y contra todo pronóstico, ya no sentía nada. Me di cuenta de lo poco realista que había llegado a ser (muchas veces lo soy).
La cuestión es que vi que la historieta que había fabricado era irreal. Ni era tan bonita, ni era tan pseudoprofunda como yo la veía. Era nada; quizá hasta había sido masoquista y perjudicial, por supuesto por mi culpa. Vi que había hecho una montaña de un grano de arena, y en ese momento, mi mente lo superó, y como la nada que era quedó.
Un tiempo después, sin embargo, haciendo promoción de mi forma de ser, decidí conservar la amistad. Intenté que todo esto pasara sin pena ni gloria por su vida (pues nunca se enteró de mis divagaciones, o al menos eso pensaba). Y me “esforcé” por retomar la relación, por normalizar la situación. Pero una vez más, me esforcé demasiado por algo que, hace unos días (y después de meses), vi que no había valido la pena. Estuve en su día malgastando tiempo y capacidad cerebral en algo que no tenía ni pies ni cabeza. ¿Tal vez nunca lo tuvo? Puede ser, pero el caso es que lo viví como si pudiera haber existido algo más; algo profundo. Y es que hay veces que, en la persona más helada crees encontrar un refugio, o una pequeña luz que te dice que hay algo más en su interior; una vocecilla que te dice: busca. Por eso la sensación de decepción, y la de autodecepción de rigor entonces, fue brutal.

Por todo esto, volviendo al principio, es por lo que he cuestionado mi forma de comportarme con los demás. No es la primera, ni será la última vez que me vuelque en exceso. Es algo que va conmigo. Siempre cuento con los demás de la misma forma en la que soy consciente que pueden contar conmigo. Pero muchas personas son agrias; son frías para profundizar, y son capaces de conseguir que te sientas como una polilla golpeando la tulipa de una lámpara; incapaces de aportarte una sensación amable.
Esto es algo muy molesto; me ofende ser así. Me queda mal sabor de boca, porque sé que si me viera desde fuera, me daría la sensación a mi mismo de ser alguien sin amor propio, a quien se le puede dar desplantes y azorar sin repercusión; uno de “aquí no ha pasado nada”. Y no soy así, ni mucho menos.
No soy de piedra; necesito ver algo por parte de los demás, porque si no, con el tiempo, las cosas (como en este caso) se rompen, y alcanzan un punto de no retorno, porque ya no me interesa sentirme así. Está claro que no todo es color de rosa, sí, pero creo que las cosas en la vida ya son bastante ácidas, como para echarles más limón. Creo que muchos males se solucionarían con un poco de empatía, franqueza y buena fe. Y no sé, tal vez esta última frase sea mi error para con los demás, ¿no?

lunes, 7 de julio de 2008

Las imbecilidades de lo habitual


Bueno. Pues aquí estamos de nuevo, escribiendo. Cuánto tiempo. He estado un poco ausente porque estaba de exámenes, y no he tenido mucho tiempo para pensar sobre temas demasiado profundos.

He meditado unos diez minutos, y creo que todo el estudiante que lea mi blog estará de acuerdo en que, aunque sea pleno julio, es hora para nosotros de hacer un balance del año (académico). No voy a preguntar sobre notas, por supuesto…me refiero al año académico en general.
El mío ha sido bueno. Este año me ha ayudado mucho a descubrirme a mí mismo, y esto me ha llevado a acercarme mucho más a mis amigos y a mi familia. El 2008 me ha traído alguna que otra desgracia, como a todo el mundo. Pero como buen pesimista que soy, no iba a creer que todo sería rosa.
Lo importante del balance es todo lo bueno que he conseguido. Y esta es otra de las cosas que he, digamos, “he aprendido” a lo largo del 2007/2008: que de vez en cuando hay que sentarse y valorar lo bueno que te ocurre, porque si sólo damos importancia a lo malo, al final la existencia acaba siendo un poco melodramática, y nos transformamos en bichos grises con aguijón, ¿no?

Hablando de este año, ya que estamos, decir que esta mañana le he echado una ojeadilla a mi humilde blog. Y, miren por dónde, he caído en la cuenta de que ¡el día 14 del mes pasado cumplió 1 año! Se me hace raro, la verdad. En mi mente está recién creado, y tan verde como estoy yo. Pero no, resulta que ya ha andado un poquito, y se supone que ha aportado cosas a la gente que lo lee (que no sé todos los que sois, pero muchas gracias por leerlo, aún así), y que por supuesto me las ha aportado a mí.
Cuando creé este blog no sé que pretendía, si mostrar lo que siento y pienso sobre la vida, o descubrírmelo a mí mismo. No sé. El caso es que tengo la sensación de que ha sido más relevante para mí de lo que esperaba. Ha pasado bastante de puntillas en mi día a día, sí, pero para mí es un documento de cómo puedo haber cambiado en un año; cómo puedo haber madurado. Soy un niño y lo sé, pero quizá tras un año ya haya conseguido pasar a mi pubertad emocional y vital.
He hablado aquí sobre mí, sobre mis amigos, sobre mi familia; y quizá de forma más implícita sobre mis historias de amor, el sexo, las decepciones. Todas estas cosas que todo el mundo vive, y que son tan habituales como enigmáticas. Cosas de lo habitual; imbecilidades de lo habitual, de hecho, que todos los días nos hacen replantearnos nuestro rumbo en la vida.

Y sin más, una vez más GRACIAS a los poquitos que leéis esto, porque me hace sentir que penetráis un poquito en mi cabeza, y que sabéis más sobre mí sin tener que decirlo. Y eso, como a todo el mundo, me reconforta.