martes, 19 de mayo de 2009

Sentidos y esperanzas


Hace tiempo que no escribo. Mucho tiempo…y por desgracia eso no ha hecho que deje de pensar y de dudar, de cometer errores, o de decepcionarme.
A lo largo de estos meses esas cosas han seguido existiendo en mi día a día, poniéndome a prueba una y otra vez, y haciendo que me dé cuenta de lo poco que sé de mí mismo.
Podría escribir de tantas cosas que las frases se me agolpan en el teclado, y sin embargo me siento tan poco capaz de plasmarlas. Es como si en estos meses se me hubiera oxidado la capacidad de abstracción, y ahora estuviera aprendiendo de nuevo a pedalear en una bicicleta después de veinte años sin dar un paseo en ella…raro.

Estas últimas semanas han sido bonitas. Raras, pero bonitas. Digamos que fueron todo lo que cabía esperar tras conocer a alguien, incluso más, si cabe. Me he sentido bien en tantas cosas; en tantos aspectos que no conocía de mí mismo…todo era perfecto, nada iba mal… Pero todo se acaba, y de pronto dejé de sentir. Así, sin más…
Quizá todo esto era predecible. Todo son malas decisiones en mi vida; constantes desilusiones y desencuentros. Una montaña rusa de absurdos y sinsentidos.
Puede que no debiera sorprenderme de nada, pues convivo conmigo mismo desde hace ya algún tiempo. Pero sea como fuere, da tristeza tener que aceptar que algo que te ha hecho feliz, aún por un período pequeño, en tantos matices, ha dejado de brillar, y que ahora no queda otra que mirar hacia delante y retomarlo todo.

Será cuestión de días, semanas, reponerme de todo esto, que ha terminado tan rápido como empezó, pero que me deja, al fin y al cabo, una buena sensación. Sensación de haberme sentido valorado, querido; de haber significado algo para alguien que también lo ha significado para mí. Toda una experiencia, que tal vez ha despertado en mí sentidos que desconocía, o que no había puesto aún en funcionamiento. Sentidos que espero me hagan madurar como persona, como pareja, o como amigo. Sentidos que me han hecho ver que aún hay caminos por andar; que no todo está repetido y predeterminado; que las cosas pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos, y que has tenido la suerte de ser capaz de querer y de ser querido, de dar y recibir. Sentidos que te calman la mente, que la dejan descansar un rato, y que hacen que se te desperece el corazón, y salga un ratito de su perpetuo letargo para respirar el aroma de la primavera…

Gracias.

sábado, 28 de febrero de 2009

Vuelta a la Tierra


Hace muchos días, o semanas, o meses, en los que realmente no saco nada en claro de lo que pasa a mi alrededor. Es como si todo sucediera ajeno totalmente a mi humilde existencia; todo gira a mi alrededor, y parece que yo he metido un pie en el barro y que me cuesta más de lo habitual sacarlo.
En estos tiempos de “no precisamente bienestar” te quedan más bien pocas cosas en las que apoyarte. Muchas veces miras a tu alrededor y piensas: ¡estoy jodidamente solo! Eso, obviamente, no ayuda mucho para que saques la zapatilla del emplasto en el que te ves metido. ¡Y es tan fácil ver lo negativo de las cosas, y olvidarse de lo bueno que te sucede de vez en cuando! Pero entonces, cuando piensas que todo está terriblemente nublado, alguien te hace bajar a la Tierra y lo ves claro: ¡tienes a tantos amigos trabajando para evitar que acabes hundiéndote en las arenas movedizas!
Esa gente que has convertido en tan habitual en tu día a día que ni reparas en su existencia…en ese momento caes en la cuenta de que sin ese cuadro que tenías tan visto, y que obviaste de forma un poco cruel, probablemente te hubieras ido a la mierda hace mucho tiempo. Porque son esas personas las que hacen que las derrotas se conviertan en anécdotas, y no en tragedias. Son ellos, casi con toda certeza, quienes se encargan de que vuelvas a la realidad y veas la otra cara de la negatividad.

Puede que no sea algo para describir de forma melosa, en una presentación de Power Point, con dibujos de osos amorosos y de corazones y estrellas, y enviar a todos tus contactos del Messenger. Tal vez tus amigos no vayan a descubrir la cura contra el SIDA, o puede que no vayan a ganar el Nobel de la Paz o el Pulitzer. Probablemente su existencia pase incluso desapercibida para mucha gente de su alrededor. Pero desde luego, la labor que cumplen en tu vida día a día los hace merecedores del premio de tu atención, y de tu cariño. Ellos han sido -y con toda seguridad serán- quienes marquen la diferencia en muchas cosas de tu vida, ya sea escuchándote, haciéndote reír o poniendo su hombro para que llores; y desde luego, esto hace que al menos les debas una mención especial en tu humilde y estúpido blog de vez en cuando. Porque hay muchas cosas que cuesta decir, pero que no por ello dejan de ser ciertas.
A todos ellos, gracias.

martes, 3 de febrero de 2009

Someone to replace me



Wow. Something’s happening around me, and I don’t feel able to identify what it is.
I’m back in town, okay. Everything is supposed to be fine, but there’s something rolling inside my stomach that does not let me go on.
I’ve thought it could be I’m just tired of Madrid. I don’t feel like getting out since a long time ago, as I do usually, and sometimes I find myself looking for something different. Something I still don’t know, and it makes me feel anxious and pertinently sick.
Maybe I’ve lost my capability to abstract my mind and think further than tomorrow, but the truth is that I feel sunk in my routine of everyday. I do not want to get out, see people, or moving on from the house, but I neither want to stay here and make roots in the floor. And this situation makes me feel lonely and unwanted, even by me, but I feel like I’m just seeking and seeking, and getting disenchanted each look I take.
It’s obvious I’m moving through one of my crisis, yes, but it seems this year these crises are being more frequent, if they can.

My apathy is reigning inside, more each day, and we all know apathy is not the right way to anywhere. I don’t want to lose my ability to dream and find goodness in little things. I want to be just the way I was three years ago. What’s happened to me? What did change me and became me passive and a cynic? Because nowadays is a consequence, well, but I am afraid that tomorrow it’ll be a cause of many frustrations that, sincerely, I don’t want to find.
I think that’s the point, I’m getting frustrated, and I don’t really want to… Anyone else to replace me? Hands up..?

jueves, 15 de enero de 2009

Genios de la lámpara


Muchas veces dudamos de nuestra capacidad para lograr nuestros sueños. Nos tenemos miedo a nosotros mismos, como si en el momento de intentar correr, nuestro tobillo fuera a doblarse y nos fuera a hacer caer. Sobre todo tememos al cambio, más que a cualquier cosa, ya que solo parecemos preocuparnos por las cosas malas que nos puede traer. Pero ¿qué pasa con las cosas buenas que el cambio podría deparar?

Toda nuestra vida está sujeta al cambio, permanentemente, y nosotros simplemente nos preocupamos por seguir manteniéndonos rectos y firmes mientras el mundo gira. Pero pasa que hay ciertos momentos en nuestra vida en los que no se produce el cambio que a nosotros nos gustaría, y la vida se nos vuelve estática. Es gracioso pensar que en ese momento, el simple hecho de pensar en provocar nosotros mismos esa vuelta de tuerca que hace falta, nos hace temblar las piernas. Ponemos excusas diversas, como si fuéramos de alguna forma a creernos nuestra propia mentira. Tememos al cambio, sí, pero ante todo, nos mata de miedo nuestro propio criterio a la hora de llevarlo a cabo.
Así y todo, tarde o temprano caemos en la cuenta de que no basta con sentarse a esperar a que las cosas lleguen; de que ningún genio de la lámpara te va a conceder tus tres deseos de rigor, y de que no vas a ser feliz hasta que no te veas a ti mismo moviendo el culo por tu propio sueño. Esa sensación de soledad hace caer en depresión a muchas personas, pero a otras nos da la fuerza para dinamizarnos; y es que es entonces cuando dejamos de temer al cambio, y empezamos a temer a la monotonía y a la frustración.
Tal vez a mucha gente le resulte desalentador tener solamente esas dos opciones. Y es que entregarse a lo impredecible da miedo, sí, pero ¿qué da más miedo, arriesgarse o rendirse? ¿Quién es capaz de vivir sabiendo que no ha luchado por lograr las cosas que desea?

Es triste, pero aún hay gente que se pone trabas estúpidas por simple miedo y desconfianza en sí mismos. Personas que se quedan sentadas, y que desde muy jóvenes se han rendido y se han acomodado a su monotonía. A lo mejor aún esperan al genio de la lámpara, sin darse cuenta de que probablemente sean ellos mismos quienes están atrapados en una lámpara, y de que, con toda seguridad, nadie va a ir a frotarla por ellos.

martes, 9 de diciembre de 2008

La Piedra Angular de la vida de muchos


Crecí siempre escuchando historias de mi madre. Historias sobre la vida de mi familia en Argentina; de ella y mi padre, de su amor, de mis hermanos y un poco del contexto histórico donde vivían.
Mis padres se divorciaron cuando yo aún era pequeño. Recuerdo perfectamente cómo era cuando aún estaban juntos, pero no lo viví del todo. No era exactamente consciente de las cosas aún. Fue todo lo traumática que puede ser para un niño de 8 años una separación, pero tampoco fue algo demasiado horrible. Lo acepté bien, dentro de lo que cabe, ya que por aquella época la relación que tenían no era demasiado buena que digamos. Estaban atravesando un momento difícil, supongo, y lo mejor en ese momento fue separarse.
Sin embargo, toda mi vida, incluso hoy, mi madre ha mantenido que, durante el tiempo que estuvieron juntos, se quisieron muchísimo. Según me cuenta, ellos dos tenían algo especial, y lo que me describe no se parece ni de lejos a las historias de amor que veo hoy a mi alrededor. Era un amor que no entendía de problemas, de trabas, o de materialismos. Se profesaban un amor y un respeto tan especial, que ni siquiera soy capaz de hacerme una idea de cómo podría ser. Vivieron un romance larguísimo, de muchos años, como si todavía fuera el primer mes de noviazgo. Tenían problemas económicos, tuvieron cinco hijos, cambiaron varias veces de país, e incluso tuvieron que estar mucho tiempo separados. Y aún así, a pesar de todos los hándicaps con los que se encontraron, siguieron enamorados casi hasta el final de su relación, cuando las cosas, en realidad, en su entorno, ya no eran tan difíciles como habían sido antes a su alrededor.

Todo el mundo busca el amor de alguna forma. Un término que ni siquiera tiene definición concreta, o explicación, pero que parece ser la piedra angular de la vida de muchos. Todos deseamos un amor como el de mis padres, libre de agentes externos, que sea capaz de sobrevivir a casi todo, pero ¿existe esa clase de amor? Con el cauce que ha tomado la sociedad, llena de ansias capitalistas y de frivolidades, ¿es posible encontrar amor incondicional, o el tipo de enganches a los que podemos acceder están sujetos permanentemente a lo externo? Tal vez la literatura, el cine, el arte, que se coció en otros tiempos muy distintos, nos habla de historias y de romances a los que, en el mundo actual, ya no es posible ni oler. Quizá esas historias prestadas nos han contagiado la sed por un líquido que ya se extinguió, y ahora solo nos queda conformarnos con algún charco esporádico, que nos encontremos de vez en cuando.

Y yo me pregunto, ¿qué es más sano, vivir sabiendo que ese amor romántico ya nunca va a estar ahí, o vivir con la ilusión de que, con suerte, algún día, viviremos nuestra propia historia de amor, con sus tragedias, dramas, alegrías y aventuras? Estoy seguro de que, para muchas personas, esa ilusión significa ganas de seguir adelante y de no rendirse. Muchos esperan encontrar la felicidad completa en ese alguien ideal que hará que sus vidas dejen de ser grises y se tiñan de colores, y puede que el realismo y el cinismo acaben matando a esa ilusión. Y es muy probable que, cuando esa ilusión muera del todo, todos muramos un poquito por dentro…

martes, 25 de noviembre de 2008

Desde lo profundo del cráneo


Llevo una temporada bastante interiorista. No me apetece contar mis cosas, ni tengo ganas de largas conversaciones. No tengo ganas de preguntarme los porqués de todo, como siempre he hecho. Siento por todo un enorme “¿y para qué?”. Me he vuelto perezoso a la hora de conocer a gente. Me siento decepcionado con muchas de las cosas que esperaba de la vida y de la gente de alrededor; como si siempre esperara más cosas de las que realmente se puede esperar de todo, en general.
Estamos constantemente ilusionados con situaciones, personas, o sueños, que muchas veces, cuando nos detenemos a hacer balance, vemos que no son más que eso…sueños. Y entonces es más duro aún descubrir que estamos despiertos. Las mañanas se hacen menos soportables; las tardes más dispersas; y las noches más sólidas y pesadas. Nos planteamos si tiene algún sentido o nos lleva a algún sitio todo por lo que luchamos a diario. Muchas veces nos lo preguntamos tanto, tanto, que perdemos el norte de nuestros objetivos, y nuestra función en la vida, de pronto, nos aparece empañada en el espejo, porque los sueños eran todo lo que teníamos, y ahora hemos caído en lo absurdo de su realidad.

Con la práctica yo he aprendido a levantarme rápido tras estos baches existenciales. Pero no es algo agradable. Es igual que levantarse de la cama muy temprano cuando la mañana está especialmente helada: sabemos que es algo vital, pero una voz traicionera nos dice desde el fondo de nuestro cráneo que no hay necesidad de hacerlo; que realmente algo que supone tal esfuerzo no puede ser beneficioso.
Sin embargo, con el tiempo aprendes que esa voz es la voz de la negatividad y de la cobardía, y es por eso que te habla en tales momentos de debilidad. En nuestras rachas de fuerza y plenitud no hacemos caso a esa voz; no la escuchamos. Es cuando estamos
alicaídos que esa voz embravece, se cree más poderosa, y nos trata de engañar, para hundirnos en la mentira de que no puede haber un día mejor. Esa es la voz que nos hace preguntarnos si los esfuerzos sirven de algo; nos hace dudar de nosotros mismos, como si hubiésemos construido toda nuestra miserable existencia en torno a una lata vacía y oxidada.
Pero la duda no siempre es lo que parece. No es fácil, pero es necesario que sepamos distinguir. Dudar es la dificultad de elegir. Es de seres humanos, por supuesto, y muchas veces nos salva de cometer errores que nos perjudicarían en mayor o menor grado. El error es que la duda, muchas veces, no es duda sino cobardía, y cuando dejamos que esa cobardía nos posea es cuando nos sentimos absurdos y derrotados.

Una y otra vez caeremos en lo absurdo de la vida y del estilo de vida. Y una y otra vez nos sentiremos derrotados. Pero espero que una y otra vez seamos capaces de darnos cuenta de que la cobardía nos intenta engañar, y tengamos el coraje para empujarla al fondo del cráneo, que es donde siempre tendría que estar. En la oscuridad, olvidada e ignorada…

martes, 4 de noviembre de 2008

Saltar al vacío


A veces es necesario que las palabras fluyan, sin ninguna mesura. Permitir al subconsciente estirar un poco las piernas, y que le dé el sol unas horas. Una borrachera libre de sustancias, provocada por el simple hecho de estar cansado de la continua represión y el constate deber de saber estar, que de alguna forma nos permita conocernos a nosotros mismos un poco más.
Sin medidas; sin pretensiones, ni sueños, ni expectativas fuera de carta. Simplemente ser capaces de vivir en el presente, de disfrutar, de dejarse llevar. Sin la agonía del miedo reptando por la capa interna de la piel. Un merecido respiro, en el que seamos capaces de ser nosotros mismos sin estar necesariamente en la intimidad de una habitación.

Hay ocasiones en las necesitamos despojarnos de las telarañas, quitarnos el polvo, y dejar nuestra capa más íntima a la intemperie; permitir que se sonroje con el frío del invierno. Ser capaces de sentir tanto la vida que nos duela, que nos fascine; que nos dé un vuelco el corazón al enamorarnos y desenamorarnos de la gente, de los lugares, de las canciones. Sin ninguna inseguridad; sin la certeza de que moriremos sin realizar algunos de nuestros sueños. Simple y precisamente tomando esto como aliciente para atrevernos, para arriesgarnos, y para dejar salir a nuestra voz desde las entrañas de nuestra psyche, y que diga lo que tenga que decir.

Un día llegará ese momento en el que, al tocar fondo, tomemos impulso y comencemos a ascender hacia arriba, notando la sensación de vacío en nuestro estómago. Desmenuzando la euforia que nos cause la adrenalina, cuando caigamos en la cuenta de que estamos escurriéndonos hacia las alturas, sin ninguna responsabilidad, deber o necesidad más allá que la de vivir, experimentar y ser tan dichosos que riamos solos.
Un día en el que nada importará, y a la vez todo será importante. Una mirada, un aroma, una vibración…un día en el que cerremos los ojos, saltemos al vacío, y al fin seamos libres.