miércoles, 6 de agosto de 2008

Ladrillos; Sol; Soledad


Estoy en el camino. Pero el camino tiende a cansar. Parece que el camino se hace cuesta arriba a medida que avanza.
En el principio todo eran emociones; todo era novedad, intriga, ilusión. Pero a medida que avanzo las cosas se ponen más exigentes. Parece que todos los ladrillos del cielo esperan impacientes para lanzarse sobre tu cabeza cuando pasas por debajo.
Quizá el primer ladrillazo duele. El segundo molesta. Al quinto empiezas a pensar si sólo será mala suerte. Pero al decimocuarto ladrillazo ya estás tan acostumbrado que ni reparas en ellos.
Te das cuenta cuando te tomas un alto en el camino. Te sacas las zapatillas de caminar y te pones las chanclas. -Basta de ladrillos –te dices, y te retiras un tiempo de tu vida. La sensación que tienes en el cuerpo ya no reconforta tanto cuando estás cansado. Tus metas empiezan a nublarse, como cuando el sueño y el cansancio te impiden pensar bien después de un día difícil. Y te replanteas cosas. Te replanteas los métodos que usas para alcanzar los objetivos; ¿serán suficientes?, ¿serán demasiados sacrificios?, ¿soy yo, o vivimos con la sensación de estar haciéndolo todo mal? Necesitas un tiempo sin ideas, sin problemas que resolver. Las vacaciones parecen ser una buena opción; una opción necesaria.

Pero resulta que las vacaciones no te garantizan un cerebro diferente, o una forma de ser distinta. Qué va. Las vacaciones te sirven para ahondar en ti (más, si cabe). Y de pronto te encuentras con que los ladrillazos eran algo tan habitual que te han provocado síndrome de abstinencia. La ausencia de ladrillazos no acaba de convencerte.
Sin comerlo ni beberlo, vuelves a tener 13 años, es verano y no tienes absolutamente nada que hacer. Nada, más que pensar. Y es cuando te das cuenta de que ya no estás hecho para la pasividad. Que los años han pasado, y que tú ya no eres la misma persona. Que las personas han cambiado, y que no habéis cambiado en la misma dirección. Que tienes responsabilidades, y que por mucho tiempo que descanses tú de ellas, ellas no van a descansar de ti.
Y te invade la sensación de soledad; la impotencia de estar en un lugar al que ya hace mucho que no perteneces y el nihilismo de las vacaciones. Los ladrillos brillan demasiado por su ausencia (casi encandilan), pero además te das cuenta de que no todo era ladrillos en el camino. También había risa, movimiento, sensación de autorrealización, búsquedas…descubrimientos. Y ahora no hay nada, sino sol, soledad y mal sabor de boca. Ahora el cielo enladrillado te parece el lugar más reconfortante del mundo. El cielo y lo que te espera bajo él. Tu hogar (que ya no es la casa de tu madre), tus amigos, tu trabajo, tu carrera.

Yo no tengo la sensación de haber recargado pilas en mis vacaciones. Quizá físicamente estoy más saludable. Pero mentalmente me he dado cuenta de que soy un yonqui del ajetreo. Necesito el estrés para mantenerme equilibrado emocionalmente.
Me he dado cuenta de que en cuanto me siento a meditar demasiado tiempo, la ansiedad empieza a agarrarme del pescuezo. Y aprieta, y aprieta. Y ya no tengo 13 años. Nadie me obliga a nada (en cierto modo), y ya no pertenezco a este lugar, a esta vida. Ese Lio hace tiempo que se retiró de escena, y ya no puede volver.
A lo largo de este mes he caído en la cuenta de que ya no hay vuelta atrás. Ya no volveré. He puesto punto y final (parece tarde, pero es así) a una etapa de mi vida; una etapa que no cambiaré por nada, pero que ya no casa conmigo, porque estoy en una etapa quizá no mejor, pero sí necesaria para mí.

6 comentarios:

Evavaivi dijo...

Creo que la etapa de la que hablas la dejaste atrás hace mucho tiempo. Nos pasó a los 3, dejamos de pertenecer a ese paraíso que es Tenerife. Ya no hay vuelta atrás. Tu hogar ahora es la casa de tu madre y tus amigos siguen sus caminos de una forma diferente que no casa con la tuya. Seguimos siendo amigos, claro, pero cada uno tiene su propia vida. No una vida comùn como antes, sino vidas totalmente diferentes (ni siqueira paralelas).

La ausencia de cosas que hacer es lo que puede llevarnos a deprimirnos, Lio. No estamos hechos para vivir sin problemas, la clave está en cómo los vivimos. Ahora que los echas de menos y que te das cuenta de que no todo eran ladrillazos puedes concentrarte más en esas risas, esos buenos momentos. Ser feliz cuando algo bueno pasa, sin que lo malo lo empañe. Ya sabes lo que dicen: sufrir nos hace aprender a ser felices.

La vida, lo que hay :)

El Diablo Des. dijo...

Disfrutar los ladrillos que caen es esencial porque algún día no caerán más. Entonces de aburrimiento morirás.

J.M. Mena dijo...

Sólo te queda disfrutar de cada día como si fuera el último, con sus mas y con sus menos, sin negarte algún capricho en un momento dado y apreciar cada ladrillazo en su justa medida, siendo consciente de que dichos ladrillazos, por un motivo u otro, cesarán algún día.

Llega al diccionario español un nuevo término de la cosecha de Lio: ladrillazo, dícese de la nueva forma linguística, surgida de las profundidades de tenerife, utilizada para referirse a los problema diarios.

Un saludo

PD: Madrid te espera, amigo.

Evavaivi dijo...

chacho! actualiza!

LiO dijo...

jjajaja chacha! el post solo lleva una semana! déjame vivir!

Evavaivi dijo...

jajajaja engaaaa! el pueblo pide más post de Lio!!! :P chacho, si no tienes na que hacer ahiiii!! engaaaaa