lunes, 14 de julio de 2008

Errores y decepciones


He cuestionado mis actos. La forma de comportarme con la gente. ¿Me volcaré demasiado en los demás? Muchas veces me queda un mal gusto al fondo del paladar; me desilusiono de una forma demasiado drástica, y me doy de bruces con al asfalto.
Cuando las cosas me decepcionan, me decepciono por dos, porque es como si una vez más no hubiera sabido ser realista; como si una vez más estuviera dando más de lo que voy a recibir.
Me pasó esto con una persona hace algún tiempo. La conocí en un periodo breve, del que apenas disfruté, y cuando regresé a mi vida habitual, mi mente rellenó los huecos de las cosas que no había habido; conversaciones, miradas.... Fue uno de esos momentos en los que parece que estás predispuesto a engancharte de alguien. Pensé y pensé, y desvarié mucho, por supuesto siempre siendo consciente de la situación (la distancia era grande) y de las circunstancias, pues cuando nos conocimos no llegamos a nada muy profundo, emocionalmente hablando.
Hace poco volvimos a vernos. Ya me había olvidado bastante de la historia; simplemente ocupaba una posición platónica en mi cerebro. Estaba un poco nervioso por ver como sobrellevaba la situación. Me preguntaba si sería capaz de mantenerme como un témpano como es habitual en mí. Y al vernos, y contra todo pronóstico, ya no sentía nada. Me di cuenta de lo poco realista que había llegado a ser (muchas veces lo soy).
La cuestión es que vi que la historieta que había fabricado era irreal. Ni era tan bonita, ni era tan pseudoprofunda como yo la veía. Era nada; quizá hasta había sido masoquista y perjudicial, por supuesto por mi culpa. Vi que había hecho una montaña de un grano de arena, y en ese momento, mi mente lo superó, y como la nada que era quedó.
Un tiempo después, sin embargo, haciendo promoción de mi forma de ser, decidí conservar la amistad. Intenté que todo esto pasara sin pena ni gloria por su vida (pues nunca se enteró de mis divagaciones, o al menos eso pensaba). Y me “esforcé” por retomar la relación, por normalizar la situación. Pero una vez más, me esforcé demasiado por algo que, hace unos días (y después de meses), vi que no había valido la pena. Estuve en su día malgastando tiempo y capacidad cerebral en algo que no tenía ni pies ni cabeza. ¿Tal vez nunca lo tuvo? Puede ser, pero el caso es que lo viví como si pudiera haber existido algo más; algo profundo. Y es que hay veces que, en la persona más helada crees encontrar un refugio, o una pequeña luz que te dice que hay algo más en su interior; una vocecilla que te dice: busca. Por eso la sensación de decepción, y la de autodecepción de rigor entonces, fue brutal.

Por todo esto, volviendo al principio, es por lo que he cuestionado mi forma de comportarme con los demás. No es la primera, ni será la última vez que me vuelque en exceso. Es algo que va conmigo. Siempre cuento con los demás de la misma forma en la que soy consciente que pueden contar conmigo. Pero muchas personas son agrias; son frías para profundizar, y son capaces de conseguir que te sientas como una polilla golpeando la tulipa de una lámpara; incapaces de aportarte una sensación amable.
Esto es algo muy molesto; me ofende ser así. Me queda mal sabor de boca, porque sé que si me viera desde fuera, me daría la sensación a mi mismo de ser alguien sin amor propio, a quien se le puede dar desplantes y azorar sin repercusión; uno de “aquí no ha pasado nada”. Y no soy así, ni mucho menos.
No soy de piedra; necesito ver algo por parte de los demás, porque si no, con el tiempo, las cosas (como en este caso) se rompen, y alcanzan un punto de no retorno, porque ya no me interesa sentirme así. Está claro que no todo es color de rosa, sí, pero creo que las cosas en la vida ya son bastante ácidas, como para echarles más limón. Creo que muchos males se solucionarían con un poco de empatía, franqueza y buena fe. Y no sé, tal vez esta última frase sea mi error para con los demás, ¿no?

3 comentarios:

J.M. Mena dijo...

Si te soy sincero, no he cazado ni una (lógico por otra parte) pero ¡ya era hora de una actualización así! echaba de menos a este Lio profundo, sereno e inconformista, que te deja la llave de la puerta de sus pensamientos debajo de la moqueta, por si te da por abrirlos en cualquier momento.

Sencillamente genuino ¡puro lio!

Un abrazo

Evavaivi dijo...

Yo creo que todos hemos sentido que damos demaisado en algún momento de nuestra vida... porque a todos nos ha pasado que hemos dado mucho y luego no recibimos lo mismo. Es en el momento en que te das cuenta que te sientes tonto y te decepcionas. Sinceramente, creo que a mi me pasa casi todo el tiempo. Con los tios, por ejemplo, me entrego quizás demasiado y, al final, me siento estúpida por haber dado tanto. Pero, al final, me lo he pasado genial y he sentido cosas super especiales. Que puede que algunas sean pura fantasía de mi mente perfeccionista y soñadora, si, pero lo contenta y feliz que estuve en esos momentos no me lo quita nadie. Yo tmb me he estado cuestionando cosas.. pero Lio, no dejes de entregarte a los demás. Es cierto que a veces las personas no corresponden y es una putada.. pero ¿y cuando sí corresponden? Yo prefiero arriesgarme, así es como he llegado a tenerte a mi lado, tener a Laura y a tantas otras personas que me tienen enamorada ;) ya sabes..

Bienvenido al Blog de nuevo ;)

Un beso!

Anónimo dijo...

LiO, La verdad es que me sorprendes, pero cada día me doy cuenta de que nos parecemos en mchaqs cosas.

Me he sentido muy identificada con todo este rollo de los errores y decpciones que has escrito. Pero creo que es realamente producto de nuesra imaginacion, soñamos despiertos constantemente, y nos es justo que nos desepcionemos de esas personas. A lo mejor nos da la sensanción de que estamos demostrando ese sentimiento pero lo hacemos tan dentro nuestro que pasa desapercivido y los demas no logran verlo.

nada, cuidate...Tu negra hija de puta